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«Ahora, Martín Ferro tenía dos ideas que lo asediaban. La primera era que el lenguaje funda el mundo, los actos de palabra crean el mundo. Y la segunda, que el pasado no tenía valor como escondite, como compensación o atenuante del presente. De modo que ahora debía tanto cuidarsede lo que decía o hacía, como de quedar atrapado en el pasado o en el consuelo de un momento pretérito».